Ya se han terminado las vacaciones de verano. He tomado muchas cañas mientras charlaba con amigos actuales y con otros que hacía tiempo que no veía. He sido razonablemente feliz y sigo pensando que esa es la esencia de la vida, compartir ratos desinteresados con gente a la que quieres y volver a casa con la sonrisa puesta.
Por eso, con la vuelta a lo cotidiano me pregunto si los abundantes y ambiciosos trepas se han planteado que todas las fantasías que les brinda el poder del dinero, absolutamente todas, las obtienen PAGANDO.
Existe una sutil diferencia entre pasar y pagar un buen rato. No se trata de pagar las cañas, sino de tener con quien tomarlas.
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