Jaimito tiene voz nasal, utiliza gafas redondas -aunque sospecho que son un mero adorno- y se barniza el pelo con tanta gomina que parece una calva pintada con rotulador. Cuida su imagen porque está convencido de su belleza.
Reconozco que me gusta ver su foto en la intranet. Aparece mirando a un punto indefinido en diagonal, justo por encima del hombro izquierdo del que mira. No aparece ni de frente ni de perfil, sino de medio lado. Como sus dos perfiles son buenos, hace lo posible porque se vean ambos.
La principal característica de esta especie es que cuando se acerca, automáticamente explica a quien sea como debe hacer su trabajo, como mejorar su vida, o lo que sea. Da igual. Tiene soluciones para todo.
Sus frases habitualmente comienzan con "¿Sabes lo que tienes que hacer?".
Si hablas de bases de datos, él sabe. De criar cerdos, también. Y de turbinas de aviones, más todavía. Siempre aconseja con ese atrevimiento que proporciona la estupidez más rotunda. Su estupidez es de 360 grados, sin ángulos muertos. Una estupidez esférica.
Pero lo que más mola, lo que me fascina, es que habla de sí mismo en tercera persona. Se admira tanto que se percibe como un ente separado de su presencia física. En las reuniones suelta perlas como “Jaimito opina que…” y se queda tan a gusto. Deduzco que su cuerpo no es más que una correa de transmisión para ese ente genial y ubicuo que es Jaimito. Su entidad física es el instrumento que le permite dirigirse a las masas e impregnarles de su saber.
Jaimito es etéreo, como una pompa de jabón que envuelve estupidez. Sus asnadas son tan frágiles que se deshacen si abanicas el aire con la mano. Pero es tan presuntuoso que molesta.
Y añado: el cambio climático no le afecta. La especie abunda y no está en peligro de extinción. Todos conocemos a alguien como él.
* - He leído en algún sitio que la naturaleza es sabia y por eso nos ha dado dos orejas y sólo una boca.
Para permitirnos escuchar más que hablar.
Para permitirnos escuchar más que hablar.
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