Me encanta una canción. se llama Robinsón y es de Ana Belén. Habla de alguien que siente que ha perdido el control de su vida y ve como su tiempo e ilusiones se le escapan entre los dedos. Dice la canción que ese alguien sólo piensa en escapar "como un Robinsón de regreso al mar". Frase evocadora, sí señor. Volver al orden, simplificar, reconducir...
Me dice una amiga que esa canción me gusta porque escucho mi historia. Dice también que así seguiré mientras no me arme de valor y me lance a ciegas a por mi sueño. Que esas decisiones, en las que acabas haciendo y haciéndote daño, son complicadas porque terminas atrapado en tu laberinto interior hasta que reconoces -dolorosamente- que el camino a la salida está ahí dentro, en alguna de las rutas desconocidas que has de recorrer. Y qué coño, que si mi felicidad va por ahí, que debo tener los huevos para tomar las riendas y cambiar el rumbo. Hacia donde rompen las olas. A hundirme en el mar.
Y así, como dice mi amiga, no volveré a oír la canción con la sensación de que habla de mí. Ni a mirar por la ventana buscando horizontes azules.
Gracias, amiga.