miércoles, 1 de agosto de 2018

Ultimátum

Ser un hijo puta por dinero, ¿es normal? ¿Hay que hacer todo por dinero? ¿Lo de Borja Mari es correcto?

Mis amigos, que son muy éticos, no me venderían por dinero. Además ven lo mismo que yo y miran al enano como si llevase "trepa" escrito en la frente. Se trata de una simple elección entre ética y dinero.

La elección de ser un trepa hijo puta va hilada a la propia definición de economía. Hay un concepto, el “Homo Economicus” que ya define Adam Smith en su libro “La riqueza de las naciones.” Según su idea cada persona intentará invertir todos los recursos de que dispone con intención de procurarse un disfrute presente o un beneficio futuro. Esto incluye el trepar, medrar y lamer culos.
  
La idea básica que rige el comportamiento de este Homo Economicus es la negación de cualquier comportamiento diferente al suyo. Hay que maximizar las ganancias o beneficios hasta el límite. Por lo tanto  esta idea considera al sujeto a la vez egoísta y calculador. Un hijo puta, vamos.

En cuanto a la ética, parece que se enfrenta demasiadas veces al dinero. Pero hay un atisbo de esperanza. Se ha podido demostrar que la gente esencialmente tiene ética, y que la norma imperante no es ser como el enano. Se demostró en un curioso experimento llamado el juego del ultimátum.

El juego del ultimátum consiste en ofrecer a una persona una cantidad de dinero (p. ej. 10 Euros) a condición de que comparta esta cantidad con otro. Si el segundo acepta la oferta, ambos reciben su parte. Si no, ambos se quedan sin nada. Como premisa, podemos pensar que si se reparte la cantidad a partes iguales lo lógico es aceptar, ¿no? Pero si el dueño del dinero lo piensa por un momento y se da cuenta de que, dado que es él quien hace la oferta, se podría quedar con 9,50 y entregar 0,50 Euros. ¿Aceptaría la otra parte? Probablemente no.

La idea es esperanzadora porque contradice la teoría del Homo Economicus que guía al puto enano y los de su cuerda. Rechazar dinero no es racional, porque quedarse sin nada es peor que una mala oferta. 

Pero ¿por qué se comporta así la gente? Como hemos visto, la idea más común entre los economistas era asumir que las decisiones económicas estaban basadas en procesos de pensamiento racionales. Pero lo que evidencian los juegos de ultimátum es que no sucede así con los individuos, porque también influyen factores emocionales. Los científicos sugieren como causa principal mecanismos evolutivos o éticos: rechazar una cantidad irrisoria sirve para mantener la reputación. Y los científicos creen que, a largo plazo, la reputación social de un individuo puede aumentar sus posibilidades de supervivencia.

Investigadores de las Universidades de Princeton y Pittsburgh estudiaron en 19 personas los procesos fisiológicos que se dan en el cerebro durante el juego del ultimátum. Los jugadores, que tenían que competir contra humanos y ordenadores, eran examinados mediante un escáner de resonancia magnética, viendo las regiones del cerebro donde había un aumento de actividad.

Sorpresivamente, no sólo se activaban las regiones que se suelen usar durante el proceso de pensamiento, sino también la región que asociada a las emociones negativas. Y cuanto más injusta la oferta financiera, más intensa se hacía la actividad en la zona de las emociones negativas. Curiosamente, es el mismo lugar que se activa en casos de fuertes aversiones, como los olores o sabores desagradables. Además, la respuesta del jugador dependía de si la oferta venía de una persona o de un ordenador. Las ofertas injustas que hacían las máquinas provocaban  menos actividad y se rechazaban con menos frecuencia que las ofertas irracionales que hacían los humanos. 

Hay gran diversidad de respuestas a las ofertas injustas, posiblemente relacionadas con la personalidad. En un estudio reciente, el porcentaje de respuestas negativas a ofertas razonables fue un 16,9% y a ofertas claramente injustas un 78,8%, por lo que es mucho más probable que se rechacen las ofertas injustas que las razonables. En cualquier caso, indica que los principios están por delante del dinero.

Además, se aclara otra presunción: la creencia de que las personalidades más agresivas se rebelan con más ardor ante la injusticia. Los resultados de este trabajo apuntan en el sentido contrario: la confianza y la honradez implican franqueza y claridad al tratar con los demás. Las personas honradas y confiadas tienden a pensar que el resto de las personas también lo son, y que son decentes y merecedoras de confianza. No se registró correlación entre el rechazo a las propuestas injustas y el carácter impulsivo. El rechazo no es más probable en gente que se enfada con más facilidad o es más impulsiva.

¿Qué debemos pensar de todo esto? Que ser tan hijo puta como Borja Mari es la excepción en lugar de la regla, y que todos llevamos dentro un mínimo de justicia. Me da confianza saber que la gente distingue lo justo de lo injusto. 

No sólo mis amigos ven al enano como un listo. Todos lo ven. Como si estuviese permanentemente bajo un foco.

Aunque algun@s lo permitan.

Fuentes: “Honesty mediates the relationship between serotonin and reaction to unfairness” y “La vida secreta de los numeros” (George G. Szpiro)