La repuesta es no. No quiero cambiar mis ideas por opiniones ajenas, aunque a veces me da cosica quejarme después de tanto oír el mismo mantra: que soy afortunado por tener trabajo y que las cosas están muy mal. Reitero que sólo me quejo de mi posición relativa -eso de que todo el mundo cobre el doble que yo- y no de la posición absoluta, porque al final tengo un curro que me permite vivir. Y joder, me mantengo en mis trece. Que no está bien eso de tener remuneraciones distintas para el mismo trabajo.
Pero si la presión llegase a ser desmesurada, ¿le echaríamos huevos y mantendríamos nuestra postura, o cambiaríamos de opinión? Hala, a pensar. Mi dilema, como siempre, llegó tarde. Un tal Salomón Asch ya había realizado un experimento para saber si la opinión de la mayoría vinculaba las decisiones individuales. Cogió a unos cuantos señores y los metió en una clase. Todos, salvo uno, eran actores. Se les planteó una tarea muy sencilla: decidir si una línea era igual de larga que otra. Gráficamente se les mostraba algo como esto, pero en dos tarjetas:
Pero si la presión llegase a ser desmesurada, ¿le echaríamos huevos y mantendríamos nuestra postura, o cambiaríamos de opinión? Hala, a pensar. Mi dilema, como siempre, llegó tarde. Un tal Salomón Asch ya había realizado un experimento para saber si la opinión de la mayoría vinculaba las decisiones individuales. Cogió a unos cuantos señores y los metió en una clase. Todos, salvo uno, eran actores. Se les planteó una tarea muy sencilla: decidir si una línea era igual de larga que otra. Gráficamente se les mostraba algo como esto, pero en dos tarjetas:
Los participantes debían responder cuál de las tres líneas de la segunda tarjeta era igual de larga que la de la primera tarjeta. De manera deliberada, la tarea era fácil y la respuesta obvia. Los turnos se organizaban de forma que el sujeto estudiado siempre era el último o el penúltimo en responder. Cada participante iba respondiendo en voz alta a su turno.
El estudio de Asch mostró lo que todos sabemos: que existe un alto porcentaje de conformidad grupal (o conformismo) en las respuestas. Aproximadamente, un tercio de las personas daban respuestas incorrectas a pesar de que sabían la respuesta correcta. La conclusión es que para estar en sintonía con el grupo, una persona modifica su respuesta aunque sepa que tiene razón. Y si esto pasa con un problema obvio, ¿qué ocurre con problemas más complejos o con más variables en juego? Que nos dejamos llevar por la corriente. Y que ésta arrastra nuestros principios.
Me salva que nací cabezón, y ya lo pueden repetir tantas veces como quieran, que seguiré pensando que lo mío es injusto. Además tengo la convicción de que ese enfoque positivista que te hace verte como un privilegiado cuando no lo eres es malo. Tenemos derecho a ser negativos y podemos quejarnos aunque haya casos peores que el nuestro. Está mal visto ser objetivo, sobre todo en los aspectos negativos de la vida: al que llama a las cosas por su nombre se le tilda de cenizo, de negativo o de no tener perfil triunfador. Ese optimismo barato lo empapa todo a su paso y el que no es como Pepe Sonrisas se queda fuera de juego.
En la vida real todo es distinto. Supongamos que me levanto con actitud positiva y voy silbando al trabajo mientras disfruto del canto de los pájaros. Llego y encuentro fracaso, decepción, arbitrariedad y falta de relación entre lo que hago y lo que obtengo.
Supongamos ahora que me levanto de mala hostia, con pocas ganas de trabajar, maldiciendo el tráfico y el calor. Me dirijo a la oficina pensando en lo mal que irá el día y sabiendo que nada de lo que haga será apreciado. Sin embargo, gracias a que estoy en una organización abierta, al trabajo en equipo, y al sistema de motivaciones y remuneraciones implantado en mi empresa transcurre un día perfecto. ¿Seguro que la actitud positiva tiene algo que ver con el “resultado final” en alguno de los dos casos?
Pienso que la vida es Marketing. Tratamos todo con eufemismos para no ver la realidad. Resulta que ya no hay despidos sino etapas de transición, y tu pareja ya no te deja, sino que te da la oportunidad de tener una nueva vida. Por los cojones. Lee. Piensa. Que estás en la puta calle y tu mujer te ha dejado. Que eres un fracas pero todavía no te has enterado.
En la vida real todo es distinto. Supongamos que me levanto con actitud positiva y voy silbando al trabajo mientras disfruto del canto de los pájaros. Llego y encuentro fracaso, decepción, arbitrariedad y falta de relación entre lo que hago y lo que obtengo.
Supongamos ahora que me levanto de mala hostia, con pocas ganas de trabajar, maldiciendo el tráfico y el calor. Me dirijo a la oficina pensando en lo mal que irá el día y sabiendo que nada de lo que haga será apreciado. Sin embargo, gracias a que estoy en una organización abierta, al trabajo en equipo, y al sistema de motivaciones y remuneraciones implantado en mi empresa transcurre un día perfecto. ¿Seguro que la actitud positiva tiene algo que ver con el “resultado final” en alguno de los dos casos?
Pienso que la vida es Marketing. Tratamos todo con eufemismos para no ver la realidad. Resulta que ya no hay despidos sino etapas de transición, y tu pareja ya no te deja, sino que te da la oportunidad de tener una nueva vida. Por los cojones. Lee. Piensa. Que estás en la puta calle y tu mujer te ha dejado. Que eres un fracas pero todavía no te has enterado.
Por todas esas razones trataré de ser objetivo. Que la mayoría piense una cosa no significa que sea cierta. Pensar "por volumen" es un error. Y si no, mirad las moscas y sus conductas.