lunes, 30 de septiembre de 2019

La cortina





El olvido es el verdadero sudario de los muertos.
-George Sand.



Últimamente está preocupado porque algunas veces -pocas- piensa que de haber sido un poco más honesto, un poco más cercano, el móvil que tanto mira podría sonar con la llamada de algún amigo. Pero no suena, aunque constantemente revisa el volumen del timbre.

Piensa que debería haberlo visto, que si hubiese hecho tal o cual movimiento lo habría evitado. Pero el entramado del destino es tupido, y a veces no vemos lo que tenemos delante. No se explica que le hayan despedido. A él, que aterrorizaba empleados hablando en susurros mientras tomaba notas en su libreta.

A él, que siempre ha llevado la sartén por el mango y que en todo momento ha demostrado mayores capacidades que sus jefes. Se dice a sí mismo que es un error, que es temporal. Por eso prefiere quedarse en casa. Es humillante que los vecinos te vean así, desocupado y sin poder, sin ningún sitio a donde ir. 

Volverán las vacas gordas. Tarde o temprano todo se arreglará. Seguro. Entretanto se acuerda de alguien a quien despidió –el nombre ni lo sabe ni le importa-, pero recuerda que mientras firmaba su despido le dijo con voz firme que "se necesita más talento para saber perder que para saber ganar". La frase le resuena por la cabeza mientras coloca cuidadosamente la cortina. Con aire pensativo se acaricia el flequillo y comprueba una vez más el timbre del teléfono.

PD – Dedicado a uno de los estrategas del hundimiento de mi antigua empresa. Es el l listo del flequillo del que ya hablé antes, el ejecutivo que más gasta en peluquería. Está en su puta casa. Sorprendido, se acaba de dar cuenta que los que tanto le sonreían por los pasillos no le aprecian. Vaya por Dios.

miércoles, 25 de septiembre de 2019

La Experiencia Laboral

Mientras ella repasaba con la vista el curriculum, el candidato permanecía en silencio. A sus veintipocos, confiaba en la presencia que le otorgaban su traje a medida y el pelo engominado. Levantando la mirada del documento se dirigió al candidato y dijo:

- Ciertamente un buen curriculum, pero me gustaría que ampliases un poco la información sobre tu último trabajo, en el que indicas que has estado más de 10 años. ¿Qué puedes contarme al respecto?

Se miró las uñas con ojos entrecerrados antes de responder.
-Na. Lo de siempre. Dirigiendo multinacionales, fusionando compañías petrolíferas y eso. Ya te he dicho que soy muy flexible. Soy el Rambo del management, el terror de las empresas ineficientes.

-No, si ya... Pero veo que defines tu actividad principal como "cremento". ¿A qué te refieres?

-Pues a eso, a que básicamente he sido un cremento toda mi vida laboral.

-¿Podríamos decir que eres un ex-cremento?

-Sin duda. Soy el mayor excremento que nunca haya trabajado en una empresa.

lunes, 23 de septiembre de 2019

El precio de las cosas

Ya se han terminado las vacaciones de verano. He tomado muchas cañas mientras charlaba con amigos actuales y con otros que hacía tiempo que no veía. He sido razonablemente feliz y sigo pensando que esa es la esencia de la vida, compartir ratos desinteresados con gente a la que quieres y volver a casa con la sonrisa puesta.

Por eso, con la vuelta a lo cotidiano me pregunto si los abundantes y ambiciosos trepas se han planteado que todas las fantasías que les brinda el poder del dinero, absolutamente todas, las obtienen PAGANDO.

Existe una sutil diferencia entre pasar y pagar un buen rato. No se trata de pagar las cañas, sino de tener con quien tomarlas. 

jueves, 19 de septiembre de 2019

Las aristas del destino

Admiro a Mario Conde. Hoy le he visto en la tele y sigue desprendiendo esa desafiante seguridad en sí mismo. Tiene buena planta, refinada cultura, y una  inteligencia que destila por cada poro de su cuerpo. Oírle hablar es un placer. Estructura sus ideas con claridad, se hace entender, y si lo necesita  puede ser demoledor argumentando. 

Son tantas cosas a su favor que la vida le acompañó hasta un punto en el que no está claro si se hundió o le hundieron, pero ciertamente consiguió una ascensión meteórica en la escala social. Fue el referente del triunfo para  toda una generación. Admirado por todos, se extralimitó hasta hundirse en su leyenda.

Verle me ha hecho reflexionar sobre el destino y la capacidad que tenemos  para modificarlo. Nos gusta pensar que dominamos nuestras vidas y que el esfuerzo es  recompensado, pero  muchas veces las aristas de la vida están tan afiladas que no nos permiten rodearlas.

Pensaba en los factores que llevaron a Mario Conde a triunfar. Mucho esfuerzo, y porqué no, una pizca de suerte. Y pensé que todo se compone de un encadenamiento de factores sencillos. Se me ocurrió que desconozco el segundo apellido de Mario Conde. Podría ser que lo esconda, o podría ser que simplemente no lo conozcamos. Porque factores como este pueden condicionar una vida.

Imaginad por un momento que su segundo apellido fuese Playa. Ahora leed deprisa su nombre y los dos apellidos.

Creéis que alguien con ese nombre llegaría a dirigir un banco? Seguro que no. 

Porque las aristas del destino a veces se afilan, pero otras veces, pocas, se redondean.

PD - Poco se habla entre los que pronunciamos en castellano de que la madre de Orson Welles. Si está buena mujer se llega a apellidar Achoto, él se habría llamado Orson Welles Achoto.

lunes, 9 de septiembre de 2019

El curso

Nueve de la mañana. Una academia en el centro de Madrid, y 10 personas sentadas en sillas que forman una “U”. En la base de la U, un señor con traje trabaja silenciosamente en una cámara de video. En el extremo opuesto, una tarima elevada.

Estamos en el “Curso de Presentaciones Eficaces”. El nombre es tan rimbombante que seguro que nos convertiremos en ejecutivos agresivos.
Nos conocemos de vista -somos de la misma empresa-, pero nadie dice nada. Nos miramos esperando acontecimientos.

El de la cámara termina, pasa lista desde el centro de la sala, y nos anuncia que vamos a salir uno a uno a la tarima a presentarnos mientras nos graba en vídeo. Como cerdos al matadero. Tenemos tres minutos para presentarnos y contar quienes somos. Afortunadamente no fui el primero, por lo que tuve algo de margen. A unos les tembló la voz y a otros nos temblaron las manos, pero todos pasamos por el aro. La experiencia nos permitió conocer el ridículo en primera persona del singular.

Mientras llegaba mi turno, me fijaba en lo que hacían los demás para intentar aprender. Me di cuenta de que el discurso era uniforme: –Hola, me llamo Pepe, y trabajo en el departamento de no-se-qué dirigiendo cosas muy importantes. Antes estuve en el departamento de no-sé-cuantos y también dirigía cosas muy importantes-. Todos directivos con grandes responsabilidades. Ratas de moqueta con currículos espectaculares.

Eso del currículo siempre me ha gustado. Compactar la vida laboral en pocas líneas es todo un reto. Si lo haces bien, cualquier analfabeto te podrá juzgar -y descartar- en diez segundos. 
Lo curioso era que, aunque nadie lo había pedido, las presentaciones se ceñían exclusivamente a logros laborales. La vida personal, gustos o aficiones, no aparecían. Me molestaba ver tan claras las prioridades de mis compañeros.

Por eso me presenté diciendo algo distinto: -Hola, me llamo X. Leo libros y colecciono comics-. Supongo que sonó extraño porque me prestaron tanta atención que la sala pareció oscurecerse.
Creo firmemente que para presentarme, la vía más adecuada es contar lo que me hace disfrutar, no lo que hago. Porque lo que hago, trabajar, es una mera circunstancia a la que me veo obligado. Si mañana me toca la lotería, dejaré de trabajar, pero nunca de leer o coleccionar comics. Mi currículo pasará a un plano secundario.

Intenté explicarlo, pero me miraban como si fuese gilipollas. Da igual. Me quedé muy a gusto. 

Después del curso nada cambió. Mi presentación siguió siendo ineficaz. No tanto por la forma sino por el fondo, porque lo pintes como lo pintes, hay cosas que no gusta oír. Mientras tanto sigo aquí, mano sobre mano, esperando a que toque la lotería para ser yo mismo 24 horas al día.

* - Como todo lo que publico aquí, se basa en una experiencia real. Así me presenté, y así me fue...