lunes, 1 de julio de 2019

Para mi hija

¿Sabes? Hoy, no sé porqué, me he acordado de lo que lloré cuando naciste. De pura emoción, claro. Te tuve en brazos y se me encogió el corazón por un amor tan intenso que me desarmó. Lloré lágrimas de alegría, lágrimas ajenas a la vergüenza. 

Ya tienes poco más de un año. Y te sigo queriendo con locura. Tu diminuta humanidad me hace buscar tus sonrisas y desear tus abrazos. Verte es el faro que guía mi vida.

Aunque todavía eres pequeña para que podamos hablar, ansío decirte un montón de cosas; que se me encoge el estómago si te veo llorar y que cuando me abrazas con tus brazos aún torpes noto un torbellino de sentimientos que no sé como trasladar a un papel. También ansío preguntarte si sientes el inmenso amor que te tengo, este amor que no me cabe en el pecho. 

Sé que crecerás y seguirás tu camino. Nunca te pediré que seas ingeniero, artista o rica, sólo te pediré que seas feliz y me permitas disfrutar tu sonrisa tanto como el tiempo nos deje. 

Y además quiero que sepas que siempre respetaré tus decisiones y que si alguna vez te equivocas y caes, encontrarás mi mano tendida para recogerte.

Por último, quiero decirte que para ser feliz tendrás que dejar que tu corazón sea libre, que podrás ser buena sin temor a que te dañen, y que podrás llorar con libertad si te apetece hacerlo.

Hace unos días has dado tus primeros pasos. Pasos que en parte me entristecen porque poco a poco te alejarán de mí y te llevarán a tener una vida propia. Pero nunca olvides que si vuelves tu mirada, estaré detrás para apoyarte.

Siempre.