Admiro a Mario Conde. Hoy le he visto en la tele y sigue desprendiendo esa desafiante seguridad en sí mismo. Tiene buena planta, refinada cultura, y una inteligencia que destila por cada poro de su cuerpo. Oírle hablar es un placer. Estructura sus ideas con claridad, se hace entender, y si lo necesita puede ser demoledor argumentando.
Son tantas cosas a su favor que la vida le acompañó hasta un punto en el que no está claro si se hundió o le hundieron, pero ciertamente consiguió una ascensión meteórica en la escala social. Fue el referente del triunfo para toda una generación. Admirado por todos, se extralimitó hasta hundirse en su leyenda.
Verle me ha hecho reflexionar sobre el destino y la capacidad que tenemos para modificarlo. Nos gusta pensar que dominamos nuestras vidas y que el esfuerzo es recompensado, pero muchas veces las aristas de la vida están tan afiladas que no nos permiten rodearlas.
Pensaba en los factores que llevaron a Mario Conde a triunfar. Mucho esfuerzo, y porqué no, una pizca de suerte. Y pensé que todo se compone de un encadenamiento de factores sencillos. Se me ocurrió que desconozco el segundo apellido de Mario Conde. Podría ser que lo esconda, o podría ser que simplemente no lo conozcamos. Porque factores como este pueden condicionar una vida.
Imaginad por un momento que su segundo apellido fuese Playa. Ahora leed deprisa su nombre y los dos apellidos.
Creéis que alguien con ese nombre llegaría a dirigir un banco? Seguro que no.
Porque las aristas del destino a veces se afilan, pero otras veces, pocas, se redondean.
PD - Poco se habla entre los que pronunciamos en castellano de que la madre de Orson Welles. Si está buena mujer se llega a apellidar Achoto, él se habría llamado Orson Welles Achoto.