viernes, 24 de septiembre de 2021

Donde la dignidad comienza

Hoy la curiosidad me ha llevado a un texto que me ha emocionado. Y hostia, me ha gustado tanto que quiero compartirlo con vosotros. 

Todo comienza en una pintura de Banksy, que dejo al final del texto para no anticipar la lectura. El dibujo, con la habitual genialidad del grafitero, representa un extracto del diario del teniente coronel Mervin Willett Gonin, uno de los soldados británicos que liberó el campo de concentración de Bergen-Belsen en 1945.

El diario nos cuenta: "Me es imposible describir de forma adecuada el Campo de Horror en el que mis hombres y yo pasamos el siguiente mes de nuestras vidas. No era más que un páramo, tan pelado como un gallinero. 

Los cadáveres estaban por todas partes, algunos en gigantescas pilas, otros yacían solos o en parejas allí donde hubieran caído. Nos llevó un tiempo acostumbrarnos a ver cómo hombres, mujeres y niños se desplomaban al pasar junto a ellos y contenernos para no acudir en su ayuda. Pero no era fácil ver a un niño asfixiarse hasta morir; se veía a mujeres ahogándose en su propio vómito por estar demasiado débiles para darse la vuelta, y a hombres comiendo gusanos mientras agarraban un trozo de pan simplemente porque habían tenido que comer gusanos para sobrevivir y ahora apenas veían la diferencia".

Fue poco después de la llegada de la Cruz Roja Británica, aunque quizá no tuvo ninguna conexión, que también llegaron una gran cantidad de lápices de labios. Eso no era lo que nosotros queríamos, estábamos pidiendo a gritos cientos y miles de otras cosas, y yo no sabía quién había podido pedir esos pintalabios. 

Ojalá lo supiera, porque fue la acción de un genio, pura y simplemente brillante. Creo que nada hizo más por esos internos que los lápices de labios. Las mujeres se tendían en la cama sin sábanas y sin camisón, pero con los labios rojo escarlata, las veías vagando por ahí sin nada más que una manta sobre los hombros, pero con labios rojo escarlata. 

Vi a una mujer muerta sobre la mesa post mortem que tenía agarrado en su mano un trocito de pintalabios. Al fin alguien había hecho algo por convertirlos en personas de nuevo, ellos eran alguien, no un mero número tatuado en el brazo. 

Al fin podían volver a interesarse por su aspecto. Esos pintalabios empezaron a devolverles su humanidad.”

Qué terrible y qué bonito a un tiempo.




jueves, 2 de septiembre de 2021

Medias verdades

Hace años conseguí lo que en su momento me pareció una hazaña: pasar un finde en Lisboa con un colega. La primera vez que volaba sin mis padres!!! Me sentía mayor. Y feliz. 

Del viaje puedo contar poco. Estuvimos tan borrachos que sólo recuerdo el hall del hotel. De la ciudad me suena que tiene un río y poco más. Pero miento. Sí guardo un recuerdo. Es de antes de salir, por lo que estaba sereno. Os cuento. 

Salíamos un viernes por la noche, ya sin luz en el cielo. En la sala de embarque, junto a nosotros, había un ejecutivo con apariencia cansada y adinerada: traje caro, reloj ostentoso y maletín de piel a punto de estallar de tanto papel. Destilaba poder. 

Le miraba sintiendo admiración por esa vida de negocios cosmopolita. Ese señor volvía a casa después de hacer cosas importantes. Mientras le observaba pensativo apoyó el zapato en el asiento de delante y bajo el pantalón asomó una media. No un calcetín, sino una media como las de las señoras. Yo no trabajaba aún y eso del dress code y la elegancia me quedaba grande. Me sonaba que era una prenda elegante pero me extrañó no ver calcetines normales. Y se me grabó aquella tontería, vete a saber por qué. 

Hoy, muchos años después, también estoy en un aeropuerto. Es temprano y viajo a otra ciudad. Por trabajo. No llevo traje ni tomo decisiones importantes, pero me ha vuelto a la cabeza aquel señor. Estoy rodeado de señores como él, pero no me causan ninguna sensación. Tampoco sus medias. 

Mi punto de vista ha cambiado. La vida cosmopolita no me resulta envidiable. Pasar la vida en lugares prestados con compañías profesionales en lugar de personales no me atrae. El dinero compensa un poco, pero no llega a taparlo todo. 

Mientras de fondo suena el embarque para mi vuelo pienso que las medias que vi en su momento eran algún tipo de aviso del destino: si vives con medias, vives a medias. 

Aterriza y disfruta lo que puedas.