jueves, 19 de septiembre de 2024
Quizá Hilos Rojos
miércoles, 24 de julio de 2024
Pisar lo fregado
Julio Cortázar
En un momento dado, me miró con esa mezcla de ternura y firmeza que solo los buenos terapeutas logran. —Tienes que sacar el dolor y enfrentarlo. Deja de enterrarlo bajo paseos, escritura o deporte —me dijo, y no pude evitar imaginarme en una especie de duelo, contando diez pasos de espaldas a mis recuerdos.
—¿Luchar contra el dolor? —pensé—. ¿Eso implica algún tipo de entrenamiento especial? ¿Voy a necesitar una armadura o bastará una taza de café?
Pero no, su plan era mucho más sencillo y doloroso a la vez.
—Tienes que volver a los lugares bonitos a los que fuiste con ella —continuó—. Sí, esos mismos lugares a los que no has vuelto porque no quieres contaminar su magia.
Cada rincón, cada esquina, cada banco del parque estaba impregnado de momentos compartidos. ¿Cómo podía volver allí sin sentir que estaba pisoteando recuerdos, como quien pisa el suelo recién fregado?
Decidí que si iba a “pisar lo fregado”, lo haría a mi manera. Me armé de valor y comencé mi misión. Primero, la terraza cercana a su casa donde compartimos risas y cenamos algún plato exótico. Me senté y pedí un tinto de verano, esta vez sin la intención de compartir el momento con ella. Sentado allí, no pude evitar sentir la ironía de escuchar su canción especial solo, como un acto de rebeldía. Y de pena. Y de infinita melancolía.
Luego, el parque donde solíamos pasear. Caminé por el sendero que habíamos recorrido tantas veces de la mano, esta vez con los auriculares puestos, escuchando la lista de reproducción que en el coche solíamos escuchar juntos.
—¿Sabes qué? —me dije con lágrimas en los ojos—, la magia de este lugar no se va a romper solo porque estoy aquí solo. Aguanta. Aunque duela.
Me senté en un banco y comencé a escuchar nuestras canciones, sintiendo que cada nota era un pequeño acto de sufrimiento y de sanación. Continué paseando. Con cada paso, sentía el peso del dolor en el pecho, pero también la necesidad de seguir adelante.
Visitar el parque donde asistimos a nuestro último concierto fue más complicado, pero recordé que el objetivo era enfrentarme a los recuerdos. El concierto, la última sinfonía de nuestra historia… Lloré por los recuerdos a flor de piel, por el cariño tan cercano en el tiempo, pero efectivamente, debía hacerlo.
La psicóloga tenía razón. No se trataba de borrar los recuerdos, sino de enfrentarlos, de caminar sobre ellos sin miedo a “pisar lo fregado”. Los sitios bonitos no perdían su magia solo porque volviera sin ella. De hecho, al regresar, les estaba devolviendo una parte de mí, reconstruyendo esos lugares con nuevos recuerdos y risas.
Ahora, cada vez que visito uno de esos lugares, siento que he ganado una pequeña batalla. No he borrado el pasado, pero voy aprendiendo a caminar sobre él sin miedo, sabiendo que cada paso es una forma de honrar lo que fue y de abrirme a lo que puede ser. Y si me encuentro con una canción especial en el camino, bueno, siempre es una buena excusa para celebrar la lucha, ¿no?
El dolor es una sombra persistente, pero cada vez que vuelvo a esos lugares, me doy cuenta de que las sombras solo existen donde hay luz. Y estoy decidido a encontrar la mía, paso a paso, día a día.
Porque aunque todas las noches hablo conmigo de ti, en un último acto de valentía renuncié a ti cuando aún moría por estar contigo.
domingo, 21 de julio de 2024
Cómo amar
sábado, 13 de julio de 2024
Caminando
En algún sitio leí algo como: "Si quieres entender dónde está tu corazón, mira dónde va tu mente cuando paseas."
Paseo mucho, y siempre vuelo a tu lado. No importa cuánto trate de distraerme, mis pensamientos siempre regresan a ti, dibujando imágenes de los momentos que compartimos y alimentando la esperanza de construir juntos un futuro.
Finalmente, no respondiste el último mensaje, y ese silencio me rompió el alma. Porque el día tiene 24 horas y un mensaje se manda en minutos. La distancia y la falta de tiempo son excusas. Quien no te habla es porque no quiere, quien no te encuentra es porque no quiere buscarte, quien no está ahí es porque no quiere estar.
No hace falta seguir buscando respuestas en un lugar donde ya no hay eco. Las acciones hablan más fuerte que las palabras. Aceptar esta verdad me duele, pero es necesario para seguir adelante. No puedo obligar a alguien a quedarse cuando su corazón ya no está conmigo.
Tal vez un día, cuando menos lo esperes, te darás cuenta de que perdiste a alguien que realmente te quería. Y tal vez, solo tal vez, sentirás un pequeño vacío en tu corazón. Pensarás en aquellos momentos en los que me esforzaba por hacerte reír, en las noches en las que compartíamos nuestros sueños y miedos, en los días en los que parecía que nada ni nadie podía separarnos.
Un día te acordarás de mí y sonreirás, diciendo: "Él sí me quería...". Quizás en ese momento, comprenderás que el amor verdadero no se encuentra todos los días, y que quienes realmente nos quieren, hacen el esfuerzo por estar presentes, por mantenerse en nuestras vidas a pesar de las dificultades.
Mientras tanto, aprenderé a caminar sin ti, a reconstruir mi vida con las piezas que quedaron. Mi mente y mi corazón seguirán viajando a tu lado durante un tiempo, pero encontrarán un nuevo rumbo. La vida sigue, y con el tiempo, encontraré la paz que tanto anhelo, sabiendo que hice todo lo posible por nosotros, y que mi amor fue real y sincero. Porque, aunque no fui perfecto, siempre intenté ser el mejor para ti.
Pese a todo, aún busco el hilo rojo que tantas veces nos acercó hasta casi rozarnos. Quizá el destino nos brinde otra oportunidad para amarnos. Porque un amor verdadero no desaparece, solo espera el momento adecuado para florecer de nuevo.
martes, 9 de julio de 2024
Mayéutica
Trataré de explicarlo. En su primera acepción, la mayéutica es el arte de las matronas y los tocólogos. Sin embargo, y sobre todo, la mayéutica es el método que Sócrates utilizaba para enseñar a sus discípulos, basado en la dialéctica entre maestro y alumnos para alcanzar la comprensión de nuevos conceptos. La vigencia del método socrático permanece intacta más de 2400 años después de su muerte.
La mayéutica se basa en el diálogo para alcanzar el conocimiento, partiendo de la idea de que la verdad reside en el interior de cada individuo y solo necesita ser revelada mediante preguntas adecuadas. Así como una matrona ayuda en el parto, aunque es la madre quien da a luz, el profesor ayuda al alumno a descubrir su propia verdad a través del diálogo.
El alumno no es un simple receptor de información; no se trata solo de transmitir contenidos, sino de enseñar. Enseñar es lograr que otros aprendan: el maestro no debe impartir clases ni transmitir conocimientos desde un enfoque dogmático, sino convertir a cada alumno en el protagonista de su propia formación. De este modo, el conocimiento se vuelve mucho más conceptual, global y riguroso, integrándose de forma indeleble en el intelecto del alumno.
Por eso disfruté tanto aprendiendo de Don Gustavo. Y de mi psicóloga, que me saca las penas a tirones para que pueda verlas.
domingo, 7 de julio de 2024
Selfies
Os cuento un ejemplo cualquiera. Un domingo por la mañana, decidimos escapar del ajetreo y visitar una reserva de burros en las afueras. Dejamos atrás la ciudad y nos dirigimos hacia un lugar de paz y serenidad: una pradera llena de animales libres y amigables.
No sé si he mencionado que los animales la adoran: los perros se acercan a ella con curiosidad, los gatos se rinden a sus caricias y hasta los pájaros más tímidos parecen confiar en su presencia. Es como si hablaran un idioma secreto que solo ella entiende. Siempre me ha maravillado esta conexión innata, pero comprendo que ellos perciben algo que a los humanos nos cuesta un poco más ver: su belleza, tanto exterior como interior.
Por eso, nada más llegar, se encontró rodeada de estos tiernos seres, y su entusiasmo era palpable. Sin miedo y sin perder un instante, comenzó a alimentar y acariciar a los burros, cabritas y demás habitantes del lugar. Los animales, agradecidos por su atención y caricias, se acercaban con confianza. Ella reía con una alegría pura y sincera, disfrutando de cada momento y de cada conexión con esos seres tan especiales.
Después de un rato, sacó su teléfono y comenzó a hacerse selfies con uno de los burros más amigables. El animal, curioso y encantado con la atención, se acercó más, moviendo sus orejas de manera divertida. Ella continuaba riendo, con su habitual entusiasmo por capturar cada momento. Cada foto era un pequeño acto de diversión y cariño.
Verla así, tan libre y genuina, me hizo valorar lo afortunado que soy al tenerla en mi vida. Su habilidad para encontrar alegría en los momentos más simples es una lección constante sobre lo bonita que puede ser la vida cuando se vive plenamente. Cada día a su lado es una nueva aventura, una oportunidad para descubrir la magia en lo cotidiano.
La mañana junto a ella fue perfecta. Pasamos horas entre risas y juegos, sacando fotos y disfrutando de cada momento. Al final de la visita, nos sentamos juntos, observando a los animales pastar tranquilamente. La miré con ternura y acaricié su hombro, sintiendo una profunda gratitud por cada instante a su lado.
Ella es, sin duda alguna, una mujer extraordinaria. Tiene el don único de convertir lo ordinario en maravilloso. Es un regalo que ilumina mi vida. Cada día junto a ella es una razón más para quererla.
Te quiero, bicho. Eres la estrella que guía mi corazón.
miércoles, 3 de julio de 2024
En el Diván
Carl Rogers
Quiero compartir algo que a menudo se considera tabú. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que debo contarlo porque puede beneficiar a más personas.
Jamás pensé que terminaría en el consultorio de un psicólogo, pero ayer tuve mi primera sesión. Llegó un momento en el que me di cuenta de que algo dentro de mí no funcionaba bien, y la situación se volvía inasumible. Todo se me iba de las manos y no podía resolverlo por mí mismo.
Además, las circunstancias no eran las mejores: separado con una ex que saca brillo permanentemente a su motosierra, en período de vacaciones (la familia fuera) y destruido por no estar con la mujer a la que amo. Pero al igual que cuando nos duele una pierna vamos al médico, decidí buscar ayuda profesional.
Me sentía un poco intimidado. La imagen que tenía de la terapia era la típica de las películas: sala oscura con muebles de caoba, un diván y un hombre con barba y chaqueta de coderas tomando notas aburrido mientras le hablas de tus sentimientos y la relación con tus padres.
Afortunadamente la realidad era más llevadera. Al abrirse la puerta en lugar de una mazmorra oscura encontré un despacho amplio y luminoso. Las paredes eran de un blanco inmaculado, decoradas con cuadros abstractos. Y en vez del diván, una silla.
Me recibió una mujer joven y sonriente, con una energía cálida y acogedora. Sus ojos brillaban con una inteligencia y empatía que me tranquilizaron. No pude evitar una sonrisa: el señor de las coderas no estaba por allí.
La terapia no se trataba de un interrogatorio tenebroso. Fue una conversación abierta, casi como una entrevista, en la que ambos hablamos por igual. Me hizo preguntas, compartí mis preocupaciones, planteó hipótesis y me hizo reflexionar. No me mostró dibujos raros para ver qué me parecían. Pero sobre todo, no me juzgó.
El acto de expresar todo lo que me atormentaba fue como ver una foto de mí mismo desde fuera, con una perspectiva más imparcial que la de un amigo. Y la conclusión, como ella dijo, es que no hay soluciones mágicas, pero sí ideas y estrategias aplicables a la vida cotidiana.
Me quedo con una de las claves que me dio: la estrategia más importante es mantener la esperanza.
Por todo eso creo que es hora de romper tabúes. Sé que algunos amigos también han acudido a un psicólogo cuando lo han necesitado, e intuyo que otros lo han hecho y no lo dicen.
Quizás no habría dado el paso si no fuese porque la mujer a la que quiero lo mencionó con total naturalidad. Y ahora me doy cuenta de que habría lamentado no ir, porque solo con dar el paso parece que la carga se aligera: has comenzado a luchar.
Así que lo cuento en voz alta. Puede ser una solución a cosas más relevantes de lo que parecen.
Porque en ocasiones debemos pedir ayuda. Sin más.
martes, 25 de junio de 2024
Fundido a Gris
Bruce Springsteen
Joder, no puedo más. Mi mundo se ha fundido a gris en mitad de la escena más bonita. La soledad y tristeza sobrecogen, tanto por dentro como por fuera. Cuando paseo, parece que estoy solo en un páramo desolado. Nada me gusta, nada me anima. Sólo sigo dando un paso tras otro para no caer rendido.
Estar sin ella es lo más duro que me podría pasar. Porque a su lado he conocido el amor, el amor completo. He podido acariciarla y besarla, y súbitamente ha desaparecido. Cuando lo pienso, las lágrimas brotan pesadas y lentas, cargadas de desesperación.
Al final del hilo rojo, ese que guía nuestro destino y nos conectaba, ese que nos ha acercado tantas veces hasta coincidir, he visto un futuro maravilloso, lleno de conversaciones interminables y paseos cogidos de la mano. Sonrisas y cariño, mucho cariño. Me he sentido tan feliz… todo tenía sentido, todo tenía un propósito: Ella. Quererla. Siempre.
Me gustaría que pudiera conocer lo que siento por ella, ese amor desmedido e incondicional que me desborda. Porque puede que no esté con ella, pero la voy a querer siempre. Hay cosas que no están bajo mi control.
Junto a ella percibí que la vida era deliciosa y todo encajaba a su alrededor: cada libro leído o por leer, cada película, cada abrazo. Todo formaba parte del camino hacia ella. Toda una vida dirigida a descubrirla cada día, a quererla un poco más cada momento. Joder, es increíble el dolor que siento ahora.
Hace cinco días nos abrazábamos hablando del futuro, y ahora sólo existe el recuerdo. Lo más terrible de todo es que nunca podré olvidar lo que ni siquiera ha llegado a suceder. ¿Qué voy a hacer ahora con todos los besos que guardé para ella, con tantas ilusiones, con tanto amor? Tengo la certeza de que el futuro a su lado era un mundo emocionante de amor incondicional, y ahora esa felicidad se me escapa entre los dedos.
Pese a todo, pese a llorar y sentirme fatal, queda una llama. Quizá algún día decida quererme, aunque sea un poco. Y quizá en ese momento empiece a notar todo lo bonito que podemos hacer juntos, y toda la felicidad que nos espera.
Me duele el alma.
Escrito del tirón y sin revisar.
sábado, 22 de junio de 2024
Duele
viernes, 7 de junio de 2024
Dios jugando a los dados
miércoles, 22 de mayo de 2024
Mensaje en una botella
sábado, 18 de mayo de 2024
Los botones de la camisa
Subí a su casa nervioso. Un ramo de flores adornaba mi mano derecha mientras tocaba el timbre. La puerta se abrió y allí estaba ella, tan bonita como siempre, con esa sonrisa que tanto me gusta y que dejaba entrever felicidad. Nos abrazamos fuerte, con el cariño a flor de piel. De fondo, sonaba música tranquila que ella había elegido.
Me enseñó su casa, tan personal y bonita como ella. Rincones
cuidados, adornados. Todo impregnado de su aroma, de su deliciosa presencia. Una terraza luminosa llena de plantas cuidadas con esmero.
Tomamos unas copas mientras reíamos a carcajadas. La
complicidad hacía que cada conversación y cada tímida caricia fueran sencillas.
Se sentó sobre mis rodillas y pude acariciarle la cintura. Y, al fin, besarla.
Volví a ese beso de los 14 años en el que el alma se te escapa entre los
labios. Porque, joder, la quiero. Eramos dos y ahora uno.
Desde ese momento todo fueron caricias y risas. Amor
brotando a borbotones en cada palabra. Nos alimentamos mutuamente con las
manos, alternando bocados con besos. Ella me acariciaba bajo la camisa mientras
yo disfrutaba de sus firmes pechos.
Y al final, la cama. El lugar en el que siempre quise estar
y del que ya no quiero salir. Hicimos el amor con cariño y ternura, notando
nuestras pieles y disfrutando de largos abrazos. El destino nos había traído donde
siempre debimos estar. Pasamos horas
tumbados, acariciándonos, hablando e interrumpiéndonos en casi todas las frases
con besos incontrolados. Hablamos como sólo pueden hacerlo los que se aman de
verdad.
Nos vestimos entre risas buscando la ropa por el suelo de la
casa.
Y allí, en ese momento, robándonos besos el uno al otro mientras acariciaba su cintura y ella me abotonaba la camisa, supe que era ella. Que la quiero con toda mi alma. Que ella es el sitio al que siempre me dirigí.
Te haré
café, te despertaré con caricias y me ayudarás a abotonarme la camisa mientras te interrumpo con besos. Nos
daremos más felicidad de la que podamos soñar.
Porque mi mundo está allí. A tu lado, mi amor.
Te quiero.
jueves, 16 de mayo de 2024
MIedo
Estoy a un rato de rozarme otra vez con tu mano, pero quiero que ya sea mañana para ver si nos besamos y escribimos la primera fecha de nuestro libro en blanco.
Porque te quiero. Más de lo que puedo expresar con palabras. En cada gesto, en cada palabra tuya, encuentro razones para quererte más. Y me encanta vivir así y ser tan feliz a tu lado.
Pero en este vendaval de emociones que me hace vislumbrar un futuro lleno de amor y promesas, también surge el miedo a perderte, incluso antes de habernos convertido en uno.
Siento que rozo la felicidad con la yema de los dedos, pero al mismo tiempo me debato entre ser el primero en alcanzar la costa o el último en ser arrastrado por la corriente. Te tengo tan cerca y, al mismo tiempo, tan lejos... Me siento torpe, desnortado, lleno de una inseguridad abrumadora. Muero de miedo. Porque te quiero.
Pero incluso en medio de esta oscuridad, una luz persiste, una chispa de esperanza que se niega a extinguirse. Porque creo que el amor, si es verdadero, es valiente. Supongo que es normal, pero me siento desbordado por las emociones. Esto debe ser el amor de verdad.
Me aferro a la esperanza, a la certeza de que, aunque el camino pueda estar lleno de incertidumbre y obstáculos, el amor siempre encuentra su camino, como el río hacia el mar. Y en el horizonte de lo desconocido, intuyo un futuro donde el miedo se desvanece ante la promesa de un amor más grande que nosotros, donde cada momento a tu lado es un tesoro en el lienzo de nuestras vidas.
Porque te quiero.
Amanecer
Para la estrella más bonita de mi cielo.
Amanece el sábado. La noche anterior habían caído rendidos tras la locura del día: trabajo, recados, compras. La casa sin recoger... Él se levanta primero. Prepara café. Observa el amanecer mientras toma un vaso de agua fría. La mira. Destapada. Desnuda. Respira profundamente. Hermosa.
Contempla cómo el sol viste su piel en tonos dorados, rosas, naranjas y, al final, en un amarillo intenso cuando termina de salir por el horizonte. Ella se gira y se estira, ocupando toda la cama para ella. Un espectáculo para sus ojos. Ya no hay amanecer, solo existe ella.
Inundados por el aroma a café, la besa con mucha suavidad. Ella, adormilada, abre sus ojos levemente. Lo mira. Le besa. Le acaricia.
— Te perdono, porque hueles a café —dice con esa media sonrisa que tanto le fascina—. Baja un poco la persiana, que entra mucha luz... —le pide.
Él lo hace. Regresa. Besos.
Él la besa por detrás. Su cuello. Su debilidad. Mordisco, lengua, beso. Ella se estremece. El olor a café se mezcla con el de sus cuerpos anhelando pasión. Derretidos, se palpan y se disfrutan hasta ser un solo cuerpo.
Ducha. Él va a la cocina y calienta el café. Lleva las tazas al dormitorio. Ella lo mira. Sonríen. Y tras un primer sorbo de café, se besan. Se miran de nuevo. Y se susurran a la vez:
— Te quiero... —
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Llegó el día. Primera cena juntos en su casa. El miedo me atenazaba tanto que tuve que detenerme a tomar un bourbon para no tartamudear cuan...
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Para la estrella más bonita de mi cielo. Amanece el sábado. La noche anterior habían caído rendidos tras la locura del día: trabajo, recados...
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La curiosa paradoja es que cuando me acepto a mí mismo, puedo cambiar. Carl Rogers Quiero compartir algo que a menudo se considera tabú. Si...