domingo, 7 de julio de 2024

Selfies

Allá donde se cruzan los caminos, donde el mar no se puede concebir, reside quien ha conquistado mi alma. Ella, con su espíritu libre y desbordante alegría, disfruta cada instante convirtiendo lo simple en extraordinario. 

Os cuento un ejemplo cualquiera. Un domingo por la mañana, decidimos escapar del ajetreo y visitar una reserva de burros en las afueras. Dejamos atrás la ciudad y nos dirigimos hacia un lugar de paz y serenidad: una pradera llena de animales libres y amigables.

No sé si he mencionado que los animales la adoran: los perros se acercan a ella con curiosidad, los gatos se rinden a sus caricias y hasta los pájaros más tímidos parecen confiar en su presencia. Es como si hablaran un idioma secreto que solo ella entiende. Siempre me ha maravillado esta conexión innata, pero comprendo que ellos perciben algo que a los humanos nos cuesta un poco más ver: su belleza, tanto exterior como interior.

Por eso, nada más llegar, se encontró rodeada de estos tiernos seres, y su entusiasmo era palpable. Sin miedo y sin perder un instante, comenzó a alimentar y acariciar a los burros, cabritas y demás habitantes del lugar. Los animales, agradecidos por su atención y caricias, se acercaban con confianza. Ella reía con una alegría pura y sincera, disfrutando de cada momento y de cada conexión con esos seres tan especiales.

Después de un rato, sacó su teléfono y comenzó a hacerse selfies con uno de los burros más amigables. El animal, curioso y encantado con la atención, se acercó más, moviendo sus orejas de manera divertida. Ella continuaba riendo, con su habitual entusiasmo por capturar cada momento. Cada foto era un pequeño acto de diversión y cariño.

Verla así, tan libre y genuina, me hizo valorar lo afortunado que soy al tenerla en mi vida. Su habilidad para encontrar alegría en los momentos más simples es una lección constante sobre lo bonita que puede ser la vida cuando se vive plenamente. Cada día a su lado es una nueva aventura, una oportunidad para descubrir la magia en lo cotidiano.

La mañana junto a ella fue perfecta. Pasamos horas entre risas y juegos, sacando fotos y disfrutando de cada momento. Al final de la visita, nos sentamos juntos, observando a los animales pastar tranquilamente. La miré con ternura y acaricié su hombro, sintiendo una profunda gratitud por cada instante a su lado.

Ella es, sin duda alguna, una mujer extraordinaria. Tiene el don único de convertir lo ordinario en maravilloso. Es un regalo que ilumina mi vida. Cada día junto a ella es una razón más para quererla.

Te quiero, bicho. Eres la estrella que guía mi corazón.

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