Ese lunes a las 6:45, Jorge abrió un ojo y
parpadeó, confundido. No era la hora de levantarse, pero algo lo había
despertado. Y no era el pitido habitual. Era una VOZ. Grave. Autoritaria. Y,
para su horror, muy sarcástica.
—¡Arriba, vago! Hoy es el día en que dejas de ser
un mueble con patas.
Jorge, todavía medio zombi, miró el despertador.
¿Estaba hablando? El aparato, como si leyera sus pensamientos, lo interrumpió:
—Sí, soy yo, tu despertador. Y estoy HARTO de tu
flojera. O te levantas ahora mismo, o activo el “modo infernal”.
—¿Qué es el “modo infernal”? —balbuceó Jorge,
pensando que todo era un mal sueño.
Pero antes de terminar la frase, el despertador
dio un salto. ¡Sí, un salto! Se lanzó de la mesilla al suelo y empezó a
deslizarse por el parqué.
—¡Vamos, campeón! ¡Atrápame si puedes!
Jorge, con el cerebro aún aletargado, se lanzó
detrás del aparato, pero lo único que consiguió fue pisar ropa tirada por el
suelo y tropezar con un cojín. Mientras se reincorporaba, el despertador, que
parecía disfrutar del espectáculo, soltó en tono burlón:
—Inútil.
Cuando finalmente logró acorralarlo contra la
pared, el despertador encendió su pantalla y apareció un mensaje digno de una
película de acción: “NIVEL 2: DEMUESTRA TU FLOW” Acto seguido, empezó a
sonar reguetón a un volumen que hizo vibrar los cristales y activó las alarmas
de un par de coches en la calle.
—¿Qué… qué coño es esto? —gritó Jorge, tratando
de desconectar el enchufe. Pero el enchufe no estaba allí. ¡El maldito
aparato era inalámbrico!
La pantalla volvió a parpadear, esta vez con un
nuevo desafío: “Si quieres que pare… ¡BAILA!”
Jorge miró al despertador con incredulidad, pero
el volumen subió otro nivel. No tuvo elección. Con lágrimas en los ojos y una
dignidad que ya estaba a la altura del suelo, empezó a mover el trasero.
Primero tímidamente, como un burro espantando moscas, pero luego, al ver
que el aparato no cedía, se entregó. Movió las caderas como poseído por algún
demonio caribeño.
—No está mal para ser un novato. Pero mañana
practicamos vallenatos. 6:30 en punto. No me falles, campeón.
Desde aquel día, Jorge nunca volvió a ser el
mismo. Ahora se levanta antes que el sol, lleva una visera al revés, desayuna
con gafas de sol puestas, y cada vez que suenan cumbias, vallenatos o cualquier otro ritmo tropical, sus pies se
mueven solos. En la oficina, ya no es Jorge el aburrido. Ahora es Jorge “El
Flow”, el que organiza coreografías en las reuniones y saluda al jefe con un high
five.
Eso sí, todavía busca la manera de
deshacerse del despertador. Pero cada vez que lo intenta, el aparato tose ligeramente y le lanza
un guiño luminoso desde la mesita de noche, como diciendo:
—Qué va...Tú y yo somos puro flow, my friend.
* - Después de un tiempo escribiendo cosas serias, me preguntaba si podía escribir algo más ligero. Escrito a la vuelta de vacaciones pensando cómo podría ser más jodido lo de madrugar (con perdón por la expresión).