Esto que os cuento ha pasado en una reunión con proveedores. Y la cuenta es real. Los pobres han venido a presentar un estudio y al final nuestro protagonista ha monopolizado la conversación babeando tonterías mientras la palabra “yo” se le caía de la boca permanentemente.
Aunque seguro que imagináis de qué hablo, mejor os lo cuento. Hablo de mi trabajo, que por mucho tiempo fue sitio tranquilo, con mucho y muy variado que hacer. Trabajar en equipo siempre fue un requisito aquí.
La cosa se jodió cuando mi jefa -de la que más adelante daré detalles- pensó en ampliar plantilla y al poco apareció el que será nuestro protagonista: Críspulo. No es su nombre real, pero le ajusta.
Intentaré perfilarle antes de entrar en materia.
¿Cómo es? Desagradable, con un matiz sombrío. Tiene un look mezcla de conductor de kundas y de cantante de hotel. Mide metro y medio y se desliza como husmeando el aire. Una alimaña erguida.
Su mirada es desafiante, con un brillo traducible acompañado de una sonrisa torcida y cínica. Un conjunto que lleva a concluir que nunca le comprarías un coche usado.
Lleva traje, pero le sienta regular. No sabría definirlo, pero es como si hubiese dormido en el coche.
Sus manitas son porcinas. Suele utilizarlas para girar compulsivamente un bolígrafo.
Y habla raro. Viene del Sur y tiene dos acentos, uno para todo el mundo que suena tan nítido como el castellano de Valladolid, y otro de andaluz gracioso (pisha, quillo…) que usa cuando le interesa, lo que sucede demasiado a menudo.
Para rematar, está convencido de poseer una infinita sabiduría en todas las artes y ciencias, sin excepción. Un artista del Renacimiento encerrado en una oficina. Y claro, tanto saber en tan escasa anatomía tiene consecuencias: se percibe más listo que los demás y se permite dar opiniones constantemente, sobre todo de aquello que no comprende. Opiniones por supuesto no solicitadas.
A su favor debo decir que aprende deprisa y que tiene cierta simpatía si le tratas fuera del trabajo. El problema es que trabajo con él y no le trato fuera. Es como los leones del circo. Si estás fuera de la jaula entretienen, pero si estás dentro es distinto, apetece guardar distancia.
Aquí empezamos. De eso va esto. De mis penurias junto a Críspulo, que ya intuía que serían unas pocas.
Ponga un trepa en su vida y tendrá algo de que hablar.